viernes, 20 de julio de 2012

Después de dos años... Gracias!!!

Bueno, el tiempo llegó. No hay plazo que no se cumpla ni fecha en el calendario que no llegue. Después de dos años de vivir en el DF me llegó el tiempo de partir. Tengo ya mi casa embutida en un montón de cajas; los recuerdos, la vida de este tiempo quedó reducida a eso.
Haciendo ayer un resumen de este tiempo acepto que vine a esta ciudad con miedos, dudas, recelos. Es la ciudad más grande del país y del mundo; más de 20 millones de almas viven, conviven y sobreviven en este lugar; este caos de vehículos, calles, edificios, vendedores ambulantes, puestos de comida, de fayuca que al pasar todos los días se hacen familiares sin dejarse de preguntar cómo es posible que esta ciudad no colapse. Vine a esta ciudad con el miedo de eso: de lo que en realidad no es.
Me voy con el corazón apachurrado, invadido de nostalgia, de recuerdos, de palabras, de abrazos. Me voy con el corazón dolido de decir adiós, de dejar cosas más importantes que un doble piso, una obra mal hecha, del caos de la semaforización. Dolido del adiós de un tiempo que se me entregó sólo para mí. De un tiempo de reflexión, de descubrimientos, de auto exploración, de reconstrucción personal.
Me voy con el corazón llorando por aquellas personas que me dieron sus sonrisas, sus abrazos que me abrieron su casa, su corazón, su vida. Esas personas que lentamente se entrometieron en  mi vida sin aviso, pero de manera tan discreta y lenta, que cuando menos lo pensé ya eran parte de mi. Ese mensaje de saludo por la mañana,ese correo, ese recibimiento, esas visitas, esas charlas, esas salidas, esas reuniones. Terminan por convertirse en mi vida, en mi rutina.
Vine a esta ciudad sin ganas, sin la convicción de querer hacerlo. Me vine porque estoy convencida de que no me casé para estar sola y eso de tener la familia partida por dos años no me convencía en realidad, así que haciendo de tripas corazón y  de recetarme diariamente discursos de autoconvencimiento de que estar aquí era lo mejor para mi familia, terminé convencida de esa estadía, de estas vacaciones laborales, de estos meses sabáticos.
Y hoy a dos días de mandar por fin la mudanza de regreso a casa me detengo a pensar: ¿a casa? el DF fue mi casa, lo hice mi casa, la decoración no es la perfecta ni la más acogedora; la música ambiental no es la más refinada, ni el aire el más selecto, los paisajes son de lo más variado y pintoresco. Pero si, el DF fue y sé que será mi casa cada que regrese; por la simple razón de que  en esta ciudad  aprendí a abrir mi mente y mi corazón sin condición, donde decidí crecer y madurar, donde aprendí a valorar lo que realmente importa, donde me deje de miedos absurdos y prejuicios infantiles; aquí  aprendí a volar con mi propias alas, lejos de la comodidad de la familia y de lo conocido; fue aquí donde deje a mis hijos caminar sin la mirada constante de mis preocupaciones y de mi protección excesiva;  donde vi a mis hijos florecer, crecer, soltarse...
Fue aquí en el DF, donde me encontré, donde me valoré, donde se puso a prueba día a día mi fortaleza, mi convicción, mi fe, mi religión, mi lealtad. Fue aquí donde se me mostraron los amigos entrañables y más que maravillosos de Guadalajara,  donde se me dieron personas valiosas que hicieron mi estadía inolvidable.
Si, el DF es también mi casa. Dos años bastaron para decir me gustó estar aquí y me duele la partida, me duele cada caja empacada, cada recuerdo guardado, cada risa, cada lágrima. El DF también es mi casa, porque aquí dejo un pedazo de mi corazón, lo dejo no en la casa que habité, o le parque que recorrí; lo dejo en las personas que me encontré, en los momentos que compartí, en la vida que con ellos viví, en el recorrido que juntos caminamos.
Es increíble como Dios, la vida, los planetas, el clima, lo que sea; pone las cosas de tal manera que al final salimos ganando; es increíble como cruza caminos, destinos, vidas para el bien de uno mismo. Su modo de actuar es misterioso y nada ortodoxo; al final del día y del ciclo es cuando nos damos cuenta de que todo tuvo una razón y fue para bien.
En este momento de pausa de la empacada, de la locura que implica una mudanza agradezco a Dios esta aventura maravillosa, me mudo de ciudad, regreso a mi origen a lugar donde comparto raíces y cariño. Regreso a mi otra casa, con tristeza y pesar, eso sí, con la esperanza y la tranquilidad de que en el DF tengo otra familia, tengo otra casa, de que aquí mi vida continúa....
Gracias por estos dos años, gracias por todo. Dios los bendiga