jueves, 30 de mayo de 2013

Tributo a mis hijos....

Dentro de unos días mi segunda hija cumple sus quince años, ya mis hijas están en una edad en la que empiezan a tomar sus decisiones, a probar poco a poco sus alas a demostrar de que madera están hechas.
He tenido más de dos semanas para reflexionar acerca de lo que son y de lo que me enorgullece de ellas y de mi hijo.
Sé que se me ha criticado demasiado como mujer, como hija, como hermana, como amiga. Sé que se me ha adjetivado de muchas manera y lo triste es que ha sido por gente cercana a mi o a mis hijos. De algunos adjetivos me he reído, de otros me he entristecido y de otros simplemente han hecho que valore a las personas en base a su manera de adjetivarme, de juzgarme y sentenciarme.
No niego que desde el momento de saber que sería madre, los nervios y el miedo me invadía. No quería cometer errores garrafales que perjudicaran al ser que crecía en mi vientre... fueron meses de pedir sabiduría y fortaleza para no cometer los errores que los padres cometemos a veces por ignorancia, a veces por inseguridad e incluso por soberbia de saber que somos padres y eso es sinónimo de "lo sé todo y son perfecto"...
Dios me puso en mis manos  a tres seres, a tres almas que guiar y cuidar para él.  Que desde el principio significaron tremendo reto, pues me puso en mis manos y en mi inmadurez tres pequeños que me enfrentaron a mis miedos, a mis prejuicios, pero sobre todo a esa inseguridad personal, me ayudaron a enfrentarme a mi misma y darme cuenta de que puedo ser capaz de darme plenamente sin reservas, sin miedos y que puedo ser alguien digno de confianza...
Paso a paso, día a día, aprendí a ser madre. Cierto que cuando sabia de descalificaciones, creía que eran ciertas, que lo estaba haciendo mal, que era un desastre como madre. Al paso del tiempo y ver en lo que cada uno se iba convirtiendo, en ver como se hacían responsables, amables, cariñosos, respetuosos. El ver que entre ellos había amor y no rivalidad; de ver cómo se cuidan entre ellos; que no se ofenden o agreden; ver cómo se apoyan, cómo son cómplices y comparten secretos, deseos, sueños, miedos.... me digo que no fui tan mala como dicen.
Ver como se respetan a sí mismos. Cómo reflejan ante los demás ese amor por ellos, esa seguridad con la que van por la vida, ese carisma, esa inteligencia, pero sobre todo ese apego a su familia, a sus padres, a su casa. Ver cómo cuando alguien les dice algo malo sobre mi o sobre su padre, responden de manera admirable: saben de dónde vienen y de qué clase son sus raíces.
Pero sobre todo, al ver la confianza que me tienen, que puedo compartir con ellos cada espacio de su vida, cada gusto. Que ellos se me acerquen para platicarme desde sus metas hasta sus locuras descabelladas y saber que se sienten seguros, confiados, amados, respetados; veo que hasta el día de hoy mi labor como mamá ha sido la que ellos han necesitado a lo largo de su vida.
El halago mas hermoso aparte de lo que mis hijos son, lo recibí de mi padre el día en que supo de su enfermedad. Pudimos quedarnos solos unas horas y ahí me dijo con esa paz de aquel que tiene sus asuntos en orden, que su trabajo como padre terminaba: al verme y ver a mis hijos, el cómo es mi familia y el modo en que la he creado, cuidado, procurado, le daba la tranquilidad de que su trabajo conmigo terminaba: estaba más que orgulloso de mi desempeño, de mi vocación, de mi vida... de mí. No me pedía nada, pues todo lo que necesitaba y más se lo había dado a lo largo de mi vida.
Y entonces me di cuenta de que siempre habrá gente que hable, cercana o no, personas que por alguna razón prefieren ver lo malo, desacreditar lo bueno que uno tiene o hace, sin importar si es mucho o poco. Y vi que no deben afectarme en lo más mínimo, puesto que la opinión que cuenta es la de mis hijos, la de mi marido... Ellos han apostado por mi todo este tiempo, saben de mis defectos y de mis virtudes. Me valoran por lo bueno que doy, por lo que les doy.
Y tener la plena confianza de Migue, que me deja en mis manos a sus hijos, y que tiene la certeza de que la casa funciona y se encuentra todo en orden y armonía, es más que suficiente para mi.
A unos días de que mi hija cumpla sus quince años, vienen las preguntas de qué se le pude regalar a una persona que te da cada día más de lo que esperabas o imaginabas. Qué darle a los hijos cuando son ellos quienes te dan confianza sonrisas, recuerdos, alegrías, apoyo, amor...
Hijos, gracias por todo, por cada día, por cada risa, por cada lágrima, por cada miedo, por cada sueño. Gracias por enseñarme a amar y a vivir con plenitud, a ser generosa, a ser digna de confianza. Gracias por ser parte de mi vida, pero sobre todo, por permitirme ser parte de la suya....