miércoles, 20 de agosto de 2014

Depresión, el tema de moda...

Con la triste noticia e la muerte de Robin Williams, el tema de la depresión vuelve a estar de moda. Y todo mundo se siente experto en el tema y por lo tanto de las probables causas de el suicidio del actor. Los medios aportan mucho mas que un simple granito de arena, con esa escarbadera en su vida personal. Que si tenía problemas económicos, que si regresó a las adicciones, que si los hijos, que si no tenía tanto trabajo como antes... en fin, suponen y argumentan como si se hubieran metido en la cabeza del actor para saber qué era lo que le pasaba por ahí. Y nosotros (me incluyo) tomando el tema para desmenuzarlo en cuanta reunión tengas tomando como argumentos muy válidos los supuestos de los medios... sin tener idea de que es lo que ocurrió en realidad.
Y nos pintan esa enfermedad como un padecimiento de los ricos, que se sienten nada cuando pierden o temen perder sus bienes materiales. O como un padecimiento por la insatisfacción adquirida de tenerlo todo al alcance de la mano y ya no saber que hacer con su vida.... Nada más alejado de la realidad.
Porque al final de cuentas es lo que una persona con depresión severa tiene en su cabeza lo que le hace tomar decisiones incomprensibles para los demás. Y por lo tanto, tratan de justificar la depresión con factores que pueden en dado caso agravarla y poner al límite a la persona.
La depresión no es un momento, no es un periodo; es un estado, es una condición de manera permanente que tiene una persona ya sea por motivos psicológicos o físicos que pueden ser tratados mediante terapia y/o medicamentos.
Quien sufre de depresión sabe perfectamente que un problema familiar o económico al final del día es el menor de los problemas. Los mas severos están dentro de uno, esos fantasmas que se apoderan de la mente, cuerpo, alma y voluntad de la persona. Y el problema principal es abrir el ojo cada mañana, y de ahí, cada decisión tomada a lo largo del día es una batalla constante con esos diablillos.
Es un agujero negro dentro de uno.  Y al igual que los del espacio, consumen toda clase de energía. Es un estado en el que sabes perfectamente lo que tienes; sabes que tienes empleo, familia, amigos; estas consciente de tu situación. Pero no es suficiente. No porque debas de ser millonario y tener una mansión, jet privado, autos de lujo y viajes cada mes para llenar tu vida. NO. No es suficiente porque el vacío que se siente duele, atormenta, quema, nulifica a la persona a grado tal que lo mejor es simplemente quedarte en cama, cerrar los ojos y tratar de pensar que ese vacío frente a ti es la oscuridad de tus ojos cerrados...
Habrá quien me contradiga y piense que es una niñería eso de la depresión. Que es el sentimiento de un capricho no obtenido, de una derrota mal vivida, de una lección mal aprendida y que debe de levantarse y agradecer por lo que aun conserva en la vida, y que si no lo hace, hasta lo poco que tiene lo va a perder con esa actitud de niño....
Lamentablemente solo las personas que han estado ene ese vacío pueden entender lo que es vivir con depresión. Ojalá fuera todo lo que dicen y ojalá se quitara con un vestido nuevo, un viaje, una cena, una joya, un auto, una flor...
Alguna vez has sentido una opresión en tu pecho tan fuerte que te impide respirar bien, que no puedes jalar aire? Que es tan fuerte que te duele tan adentro que no puedes explicar exactamente dónde te duele y que tan fuerte es el dolor? Y empiezas a angustiarte y entrar en pánico? Imagina esa sensación todo el día, toda la noche, todos los días.
Alguna vez te has sentido tan derrotado que sientes que no puedes ponerte de pie? Que eres tan débil como para corregir las cosas o iniciar de nuevo? Te has sentido tan pequeño, que sientes que eres invisible, tan poca cosa, tan insignificante para ti y los demás? Alguna vez te han ignorado tan fuerte que te sientes un florero, una silla, o una pared y esperas que alguien llegue, te quite y tire a la basura para poner algo mejor en tu lugar? Imagina esa sensación todo el día en tu cabeza.
Alguna vez has estado tan cansada que sientes no poder siquiera mover tu dedo gordo del pie por más que lo pienses? Tan cansada que quieres bloquear tu mente y ponerla en blanco? Tan cansada que la cabeza te punza  y todos tus pendientes, problemas, urgencias se agolpan en ella si darte respiro? Imagina eso cada mañana, cada noche, cuando manejas, cuando estás en super, en la escuela... donde sea.
Y aun así estas muy lejos de sentir con exactitud lo que una persona depresiva tiene dentro. Los fantasmas del pasado, presente y futuro colaboran muy bien para evitar un poco de paz y sosiego. Y si aún no entiendes, recuerda la sensación de ver tu buzón lleno de facturas y cuentas por pagar en los próximos tres días y el calendario te recuerde que falta muucho para la quincena.... disfruta esa angustia!!
Por eso cada que leo o se de alguien con depresión, me da tristeza de saber que hay un alma intranquila, sola, vacía. Y a la vez, me da tristeza ver como los demás opinan sin tener conocimiento de lo que ocurre y se les hace muy fácil suponer, afirmar, juzgar, sentenciar y condenar.
Una cosa muy diferente es deprimirte un rato por un fracaso, una ruptura, un error, encerrarte un par de días, llorar, sentirte chinche y al paso del tiempo salir avante; y otra muy diferente es vivir con tu hoyo negro permanente que te impide disfrutar lo que tienes, a tu gente, tus amigos, tu familia, tus éxitos, tus sueños, tus metas...
Porque aunque eres consciente de todo ello, ese vacío interior te bloquea para que sientas alegría, satisfacción, orgullo...
La vida de una persona depresiva no es fácil, tampoco para quienes le rodean. Hay salida? Sí, varias. Robin Williams mostró una, la menos fácil, la más dura, pero la más tajante. No es fácil para alguien con depresión atentar contra su vida, vamos!! uno se siente tan poca cosa que lo último que se cree es ser capaz de hacer algo así!!!   Aun con la depresión a cuestas, es un acto de fuerza, y de voluntad, aunque no lo crean así.
Otras salidas? Medicamentos, que ayudan cuando es algo físico, cuando tu cabeza no funciona como debiera. En palabras simples, te ayudan a producir tu paz, mueven tu química interna para que se ajuste como debiera y poco a poco desaparecen tu hoyo negro...
También ayuda sentarte en el diván. Si lo que traes es puramente mental, un buen terapista te dará las herramientas para enfrentarte a tus demonios. identificarás tus propias señales de alerta, lo que te hunde mas, lo que te saca a flote. Conocerás habilidades que ni te imaginabas venían en ese paquete llamado mente. Te hará ver que lo que tienes no es nada grave, ni contagioso, ni es tabú, ni es malo... No estás loco, solo un poco desajustado. Una vuelta de tuercas, un ajuste de contactos y listo....
Aprendes  a lidiar con tus demonios, a mantenerlos a raya. Aprendes a negociar de alguna manera con ellos. incluso aprendes a tenerlos respirando por encima de tu hombro y convertirlos en espectadores de tu vida. Y con un poco de astucia podrás convertirlos en porristas.
Es cuestión del día a día, del sólo por hoy, de descubrirse cada mañana, de explorarse durante el día y de esperar en la noche poder encontrar una luz que nos de esperanza para el siguiente despertar...
Este escrito, no es un tratado de psicología, es el punto de vista de quien entiende un poco el equipaje que trae una persona con depresión. Y lo escribo simplemente para que comprendan y abran su mente y criterio a una enfermedad silenciosa, difícil, real y poco comprendida. Para abrir sus sentidos y tratar de estar alertas por si alguien cercano la padece y puedan ayudar de alguna manera; y si alguien que lea esto padece este mal, sepa que por lo pronto en mi persona encuentra alguien que le comprende perfectamente.
Verdad mis inseparables demonios??


sábado, 2 de agosto de 2014

Cierre de ciclo...

Nací dentro de una familia como la mayoría... crecí con mis padres y hermanos... como se espera que todo mundo lo haga. Sin embargo, inicié una separación de ellos en la secundaria; y al mismo tiempo una separación del mundo en el que vivía. Me alejé de mis compañeras de la secundaria y en el coro no hice lazos profundos con mis compañeros.
Sentía que si en casa no encontraba tranquilidad y seguridad no lo haría en ningún otro lado. Así que me la llevé sin tener esa cercanía con las personas.
De pronto me encontré rodeada de personas un tanto desconocidas para mi. Una madre y hermanos a los que no entendia, con quienes no tenía nada en común excepto el apellido y el techo. Compañeros con los cuales me costaba entablar una relación más cercana... y me sentí de golpe muy sola.
Mi padre mitigaba un poco la soledad en los fines de semana que estaba en casa y las semanas que no viajaba. Me le pegaba para ver el beis o el box, incluso cuando iba a entrenar a la liga de beis en el campo cercano a casa. Lo único que le pedía era que me sonriera y de vez en cuando se me acercara a darme una caricia en la mejilla.
Las charlas con él me daban ánimo de que las cosas no estaban tan mal. Pasábamos ratos buenos en familia... cuando él estaba. Cuando salía fuera, volvíamos a ser como extraños... competidores... rivales. Demostrando a mamá que era mejor que mi hermana y hermano en calificaciones, en conducta, en orden, en obediencia. Ser descalificada por no ordenar mi cuarto o por querer salir un viernes por la noche, o por mi ilógica decisión de pasarme casi toda la semana metida en el Templo haciendo Dios sabe que cosas con Dios sabe qué clase de personas....
Y me encerré en mi misma y mis frustraciones, dudas, preguntas, miedos, dudas propias de una adolescente. No negaré que en esa época tuve amigas que de alguna manera me hicieron sentir no tan bicho raro. aunque yo me seguía sintiendo una completa inadaptada.
Mis hermanos no colaboraron mucho para mejorar la situación, sería la diferencia de edades, de  gustos, de ideas. Sería que ellos eran osados y más libres o así los veía yo. envidiaba los amigos de mi hermana y sus múltiples salidas con sus amigos de la prepa. O la vida social de mi hermano y sus llegadas tarde a casa con la alegría de haber pasado un  buen día en compañía de su banda de cuates.
Y simplemente acepté mi realidad. No era ni sería como mis hermanos: perfectos a los ojos de mi madre. Un comparativo diario de mi manera de vestir, hablar, actuar, pensar e incluso sentir. No era como ellos y mi madre lamentaba el hecho de que no hiciera algo por parecerme un poco a sus hijos mayores.
Me derroté en una edad que eso es fácil. En la prepa, encontré un grupo de amigos que me hicieron ver demasiadas cosas en mi que ni en sueños pensé que tenía. La tenacidad de algunos de ellos por sacarme de esa concha creada por mi propia inseguridad me hizo saber que tenía sueños y alas para lograrlos.
Y los padres de ellos que me veían en casa como hija. Y me hacían sentir querida, valorada. Honestamente no quería regresar a casa. A qué? Para qué? Mi padre no estaba y no quería los mismos sermones, las mismas pretensiones. No quería ser obligada a ser comparsa de las malas decisiones de mis hermanos; no quería que me dijeran que era mi deber ayudarles a como diera lugar... aún a sabiendas que era un error y que cada día era peor que el anterior. Y no quería que de nueva cuenta me recordaran que no era ni la sombra de ellos gracias a todos mis defectos e imperfecciones.
De repente me hicieron sentir que la infelicidad de mi familia era parte mi responsabilidad. Que mi egoísmo y necedad llevaron a ese extremo a todos. Que la vida me pagaría con creces mi falta de hermandad y solidaridad. Querían que arruinara mi vida ayudando a quien había decidido arruinar la suya sin importar a quién se llevara por delante: padre, madre, hermanos, hijos... solo por su afán de no admitir que estaba en un error.
Y tomé la determinación de no ser parte de esa farsa. No eramos la familia perfecta. De hecho distábamos mucho de serlo. Podíamos estar sentados a la mesa y estar así por horas sin dirigirnos la palabra; sin preguntar siquiera como había sido nuestro día; sin pedirnos tan solo la sal o las tortillas. Nos convertimos en extraños. Extraños que unía mi padre cuando estaba en casa. Mi padre sacaba conversación... poco a poco dejó de hacerlo, pues era pretexto para recriminarnos, para enojarnos, para darnos cuenta de que teníamos demasiadas heridas que en vez de sanarlas, hacíamos lo posible por agrandarlas más.
Mi padre fue mi cordura, mi roca, mi tregua con la vida. Me dió razón, fortaleza, visión. Me obligó a no ceder en mi dignidad, en mis sueños, creencias, en mi  misma. Me dio armas para luchar mi día a día, en casa y cuando me casé.
Me mostró el camino de ser feliz, me enseñó a no odiar, a ayudar, a creer, a buscar una luz aún cuando me sintiera del todo perdida...
No eramos perfectos, pero supe que yo podía buscar la perfección y la felicidad. Mi familia estaba rota desde hacía años. Nadie ha querido aceptarlo. Nadie ha querido repararlo. Y si lo mencionas espera una cascada de gritos, reclamos, llantos, negaciones... Y al final de nuevo me dirán: es tu culpa; dejaste que arruinara su vida, no le hiciste la ida fácil, no quisiste solucionar sus problemas, no quisiste ser responsable de tu propia sangre, de tu familia....
Tienen razón: no quise hacerle la vida fácil a nadie, mi vida no fue fácil y nadie me la facilitó. Lucho cada día por mi marido y mis hijos. Por los amigos que tengo, por lo que la vida me trajo de regreso y no veía en la adolescencia por mi ceguera familiar. Tienen razón: no quise solucionar sus problemas porque puede hacerlo por mano propia, es mucho más grande que yo y tiene las condiciones para hacerlo. Tienen razón: no quise hacerme responsable de las tarugadas ajenas... ni pienso hacerlo; suficiente tengo con las mías como para andar echándome las de otros. Y haciendo eso, no ayudo a nadie a ser responsable de su actos.
Me deslindé de alguna manera de ellos, es cierto. Me deslindé de su caos, de su falta de unidad, de responsabilidad, de sentido y de razón. Me deslindé de tener que resolver la la vida a quien solo quiere crear problemas; me deslindé de sentirme obligada a ser cajero automático, proveedor, agencia de empleo, acomodador de escuelas, regalador de compus, autos, ropa, dinero. Me deslindé de ver como arruinaban su vida, la de sus padres e hijos, solo para no arruinar la de mis hijos, marido y la mía propia.
Cuando mi padre enfermó, me pidió varias cosas en su lecho de muerte: me pidió que no dejara mi vida y lo que he construido estos 20 años con Migue, Ni por mi madre y menos por los demás: "Nadie de la familia te ayudará a recobrarlo o reconstruirlo si lo pierdes".
Duele darte cuenta que al paso del tiempo, busqué de alguna manera tener esa familia que supliera la mía por algo se rompió... y mis intentos fueron tremendos fracasos. Dolorosos, pero educativos. Mi familia no es la de Migue, ni la de Mony, ni la de Monse, ni la de Marce... ni la del perro ni la del gato... mi familia es Migue y mis hijos, nada más. Ellos me dan sin pedir, me quieren sin condiciones, aprecian mis virtudes y entienden y me dan fortaleza en mis errores. Son mi fuerza, sostén y orgullo.
Dios me puso en mi camino a Migue, quien me ha ayudado, sostenido, apoyado, alentado... regañado, enseñado. Un hombre de un valor incalculable. Que me conoció hecha pedazos y me ayudó a reconstruirme, a conocerme, respetarme, valorarme, quererme. Dios me dio a este hombre para que formara mi propia familia, que hemos llevado con aciertos y errores, con alegrías y sinsabores. Me entregó tres hijos maravillosos, a los que he visto crecer en la nobleza, el amor, la unión, la sencillez y calidez. Tres hijos que son mi tesoro y mi orgullo, cada uno en su esencia, y su valor. No puedo y no quiero compararlos, porque son únicos y a la vez complemento. Para mi, mis cuatro tesoros son perfectos.
Y qué decir de los amigos de la infancia y adolescencia que siempre han estado conmigo, cada uno me enseñó cosas valiosas, sus padres, herman@, espos@, me dieron la mano cuando más lo necesite y me abrieron su casa y su corazón. A los que siguen en mi camino gracias por no soltarme; a los que de nuevo nos cruzamos bendito Dios por hacerlo y recordarme lo grandiosos que son. A los que entendieron mi "destierro" voluntario de años, gracias por recibirme con los brazos abiertos. Y los amigos que a lo largo de la vida han coincidido conmigo y aquí están a pesar de la distancia, el tiempo, las prisas... gracias.
Y hoy tengo el valor de escribir esto como cierre de un ciclo. Es el punto final de una relación tormentosa de años. De esas codependientes que a nadie ayudan y a todos hunde. Mis oraciones y cariño ahi están para todos. No deseo el mal a nadie, al contrario, espero y pido que maduren, que crezcan, que arreglen sus problemas y solventen sus errores. Que vivan su vida y sean felices. Sigo siendo su sangre y ellos la mía. Tristemente no podemos seguir el camino juntos. La vida dirá si más adelante nos encontraremos y en qué circunstancias y lo que de ello siga. Por lo pronto, hoy digo hasta luego y que Dios me los bendiga.

lunes, 28 de julio de 2014

No soy perfecta... pero sí feliz!!!

Sé que no soy perfecta, el espejo y las fotos no solo me lo dicen: me lo gritan a la cara. Y si aún tengo alguna duda, al querer probarme ropa, ciertos modelos me lo reiteran una y otra vez. Físicamente tengo muchos defectos, demasiados quizá... cierto que en la secundaria rogaba por tener un cuerpo de mujer, lo que ya empezaba a ver en algunas de mis compañeras... y sí, se me cumplió, años después se me hizo mi cuerpo de mujer: lonja, celulitis, estrías, chaparreras, flacidez, arrugas....
Y cierto que reniego del cuerpo de mujer, reniego a veces por no poder ponerme la ropa que me gustaría lucir, andar en shorts en vez de bermudas, usar más minifaldas y no ver hilos saliendo de ellas, o hilos con bolitas por la celulitis; usar un escote en la espalda sin el miedo de parecer jamón mal empacado....
Pero así soy, y sé que soy más que un vestido o un pantalón. Soy todo un conjunto de matices y colores que me divierten y me llenan... y les gusta a mi gente más cercana. Así conquisté a mi marido y lo sigo haciendo día a día y así les gusta a mis hijos y lo celebran y me dan cuerda.
Hace poco alguien me tildó de que estoy loca... curioso, pues es un adjetivo que con cierta frecuencia me dicen seguramente para que me ofenda... y me lo dicen personas cercanas a mi... muy cercanas... Y saben qué? Sí. Estoy Loca. MUY LOCA!!!
Loca por poder abrir los ojos cada mañana; por ver que puedo vivir cada minuto del día y hacerlo perfecto; loca por ver a mis hijos crecer y hacerse independientes, felices, íntegros; loca por mi marido que para mi es simplemente lo mejor que pudo hacer Dios para mí; loca por mi música y mi voz y lo demuestro cantando en el carro, en mi casa, con mis hijas...; loca por pasar tiempo maravilloso con los amigos; loca por tener amigos que valen su peso en oro; loca por tener mi casa, mi jardín, mi espacio; loca por mis gatos; loca por mis sueños; loca por mis alegrías y tristezas...
Me han inventado muchas cosas, me han hecho ver una y otra vez que no soy perfecta... que tengo más defectos que virtudes... y tienen razón: No soy perfecta. Pero ellos tampoco. La diferencia es que ellos necesitan hacerlo notar, criticar, juzgar, sentenciar y condenar, para sentir que tienen algo de autoestima; para no ver con claridad sus propias fallas y sus imperfecciones... necesitan hacerlo para sentirse bien y creerse superiores...
Yo suficiente tengo con vivir mi día como para ponerme a discutir con ellos o tratar de demostrarles que tienen una perspectiva de mi totalmente equivocada... pero sería perder mi tiempo. Ellos tomaron un decisión y no están dispuestos a cambiarla por nadie. Ni por su propia sangre.
No soy perfecta. Me gustaría serlo? Si. todos somos perfectibles. Para eso, debo quitarme de hipocresias, de tabues, de prejuicios, de bobadas y niñerías. Empezar a enfocarme en lo que para mi es importante y empeñarme en ser feliz y hacer felices a la gente que le importo y me importa...
No puedo darle gusto a todos mis detractores, y a estas alturas de mi vida, ni me interesa, ni quiero ni me importa. Sé que siempre verán algo malo en mi aunque sea pequeño, sin importancia, banal. Y desgastar mi tiempo y vida en ellos es querer vaciar el mar con un vaso lleno se hoyos...
Mi vida para mi en este momento es  perfecta: no tengo un casonón, ni una cuenta abultada en el banco; no tengo colección de autos ni los muebles de revista; no seré la mujer más hermosa del planeta ni mi cuerpo es de modelo de Victoria Secrets... Mi vida no sale en revistas del corazón ni mis mascotas ganan premios de obediencia o pedigree...  Pero es mi vida y afronto mis decisiones y mis acciones. Soy feliz con mi marido y con mis hijos. Es perfecta porque llevo construyéndola desda hace años. Porque eligo con cuidado que se queda y que se va. Porque ya no permito que se entrometan en ella. Porque no me molesta que me critiquen mi físico o mi carácter. Porque no necesito reclamarle a los demás nada que me hayan dicho o hecho. Porque no envidio nada que los demás tienen. Porque me alegro de cada triunfo de mi familia. Porque sé que puedo contar con ella. Porque me despierto en las mañanas y mi lucha de levantarme o no es cada vez menor. Porque disfruto por igual días lluviosos o soleados. Porque puedo estar conmigo y platicarme y enamorarme y darme cuenta de que soy valiosa.
No soy perfecta, pero me gusta aprender de mis errores, me gusta enfrentarme a  mis defectos y miedos; me gusta saber que día a día a la única que tengo que superar es a mi misma. Me gusta saber que no necesito compararme con nadie. Que lo que veo en el espejo es honesto y real.
Si a mis hijos les he enseñado a ser honestos con ellos mismos a respetarse, a ser auténticos; por qué he de hacer lo contrario sólo para evitar las ridículas habladurías a mis espaldas? No soy perfecta. Ellos tampoco. La diferencia es que me divierto como enana cada que me entero del nuevo milagrito que me cuelgan... la diferencia es que necesitan criticarme y presentarme como alguien de trato complicado y delicado para sentirse bien con ellos mismos, fuertes e importantes... yo solo necesito verme reflejada en los ojos de las personas que quiero para darme cuenta de que todo está bien... de que voy bien... de que hay más cosas y mejores sin necesidad de denigrar a nadie; de que puedo ser mejor venciéndome a mi misma cada día; de que mi locura es mi motor y parte de mi esencia; de que los demás son lo de menos...
No soy perfecta. Pero así me quiero... y Mucho!!!





viernes, 25 de julio de 2014

A las del Cuarto piso, de la secu y de la vida...

Ser una mujer que habita en el cuarto piso puede ser un tanto complicado, y más para los que se encuentran alrededor de ella... sin embargo, para una todo ese drama y batallar de años anteriores se disipan igual que la niebla al salir el sol y calentar el ambiente.
Es quizá un reto para algunos el descifrarnos, asegurarán que no es tan fácil complacernos o contentarnos o entendernos... y están muy alejados de la verdad.
A los cuarenta florecemos, crecemos, maduramos, mejoramos. Conocemos la longitud y fuerza de nuestras alas. Sabemos nuestros alcances y límites. No nos amedrentan las cosas simples y tomamos retos de otro nivel.
Nos sentimos más libres de hablar, de pensar, de sentir y de amar. No nos atan ya los tabues o convencionalismos. Somos dueñas de nuestras decisiones y acciones. Y caminamos por la vida con tacones o sin ellos, pero con la cara en alto, el orgullo en la mirada, la fuerza a flor de piel y nuestras convicciones en cada paso.
Ayer compartí unas horas deliciosas con un grupo de esas mujeres del cuarto piso. Mujeres que conocí en una etapa dura y oscura de mi vida, que durante muchos años traté si no de olvidar, si de dejar muy bien encerrada en un baúl en el rincón más oscuro de mi alma.
Lo que encontré fue un regalo maravilloso de charlas y confesiones sin juez, sin sentencia, sin burla. Fue un abrir de corazones de mujeres que compartimos los mismos sueños, miedos, retos y caminos. Profesionistas, madres de familia, esposas, hijas, hermanas. Cada una con su carga, con su duelo, con sus dudas... pero también con energía, alegría con sencillez, con valentía de afrontar el día a día y salir con saldo a favor.
Una cree estar sola, yo creo estar sola, pues no acudo a buscar ayuda o consejo con facilidad, y me encierro en mi mudo, en mi cabeza, en mi pequeño rayo de luz que me mantiene cuerda y viva. Y cuando ves que no eres la única que tiene esas dudas, temores, traspiés. Que no esperan que seas perfecta como las fotos del Face o revista de sociedad, entiendes que la perfección llegó cuando asumimos nuestra condición, nuestras decisiones, nuestras metas, cuando en compañía o solas tomamos el control de nuestra vida y empezamos a trazarnos nuestro destino y metas a corto y largo plazo. Y ya no estás sola... hay un ejército de mujeres como tu... 
Mujeres con una historia, con cicatrices, con lágrimas secas, con risas en la memoria. Mujeres que se han caído y levantado; mujeres que luchan día a día por ellas y por los suyos; mujeres a quien la condición social no les es relevante, sino lo bueno y noble que tu corazón tiene y ofrece a los demás.
Un ejército de mujeres que se ven por las calles entaconadas, en pants, haciendo ejercicio, haciendo el mandado, llevando hijos a la escuela, yendo al trabajo; mujeres conocidas y anónimas que decoran y alimentan el mundo con sus ocurrencias, locuras, sensatez, cordura, arranques, carcajadas, memorias, recuerdos...
Ayer compartí muchas cosas con unas mujeres que formaron parte de mi vida, y lo curioso es que a pesar del tiempo transcurrido, la esencia de cada una ahí está y se manifestó ayer en una velada inolvidable. Cada una en su forma y en su ser, cada una aportando una parte de su vida y de su alma. Cada una sin buscar una intención más que el reforzar una etapa que compartimos y que nos dejará marcadas por el resto de nuestra vida.
Y así como ayer nos reunimos a recordar  habrá muchas otras mujeres que lo hacía o lo seguirán haciendo. Porque al final de cuentas esas historias  nos dejan atadas de por vida, sin importar el tiempo, la distancia o la frecuencia con que compartamos el pan y la sal... y los vinos...
Hoy escribo para ellas. Gracias por hacer que por un momento mi incomodidad y mi falta de integración fuera dejada en la puerta y olvidada. Gracias por sus palabras y por ese grato momento.
Gracias por recordar que ser mujer es un reto y una tremenda diversión. Gracias por seguir luchando cada día para lograr sus metas. Por no rendirse, Por seguir sonriendo, por conservar la alegría y las ganas de seguir caminando. Gracias por ser hoy la inspiración de este escrito.
A ustedes y a las demás mujeres que comparten con nosotras esta etapa, a cada una con sus errores y virtudes, sus aciertos y errores, sus triunfos y fracasos, con sus metas y sus desalientos. A ustedes que salen perfectas o con su "cabello violento", novieras o seriecitas, aventadas o tímidas, platicadoras, rebeldes, la de la carcajada sonora, la del chiste pronto, la del canto melodioso, la estudiosa, la protagonistas, la que se escondía, la conciliadora, la peleonera, la inteligente, la desidiosa, la coqueta, la nerd, malhabladas o propias, elegantes o fachosas... sean como sean, a cada una que ha llenado mi vida y me ha dejado algo bueno, a ustedes gracias!!!




viernes, 21 de marzo de 2014

Y en este juego... perdimos todos

A lo largo de mi vida he tomado múltiples decisiones, unas buenas, otras malas y también algunas más que peores. sin embargo me han llevado hasta este días, hasta este momento. Me han forjado, me han fortalecido, me han sensibilizado; me han hecho más humana o me han hecho apartarme y poner muros, distancia, tiempo de por medio.
Desde pequeña tuve que hacerlo. Estar eligiendo caminos, rutas, estilos de vida. Las opciones en ocasiones se me presentaban; en otras, tenía que crearlas yo misma y seguir adelante. Hace 20 años tomé un camino que me ha hecho feliz, realizada. No ha sido fácil. No por Migue que ha estado a mi lado y ha sido mi apoyo en todo momento. El me ha enseñado lo que valgo y lo que puedo ofrecer. Por él soy mejor persona día a día.
En este tiempo, he hecho cosas de las cuales me siento más que orgullosa; otras que no tanto y reconozco que he cometido errores que he tratado de enmendar en mi día a día.
No me considero una santa, menos una persona malévola que se ha dedicado a separar familias o a enemistar personas. Soy lo que se dice una simple pecadora estándar. Quien realmente me conoce, sabe que soy una persona que ha preferido hacer las cosas por si misma, que si no voy a aportar algo, tampoco resto. Y no ando por la vida buscando pleito con quien se me cruza en mi camino. Por como soy he sido dañada y reconozco que también he dañado.
Durante años he recolectado una buena cantidad de cicatrices que contribuyeron a que me hiciera más desconfiada. Me aparté de mucha gente que por no poder o no querer entenderme decidieron crear su versión de las cosas. Y de esas versiones se suscitaron una cantidad de situaciones desfavorables, en ocasiones para mi, en ocasiones para ellos. En este ridículo juego de supuestos perdimos todos.
Lamente, me reclamé y me reclamaron. Se tomaron atribuciones y yo me tomé la propia de alejarme. No me daré baños de pureza porque sería una hipocresía y no podría mirarme al espejo ni ver a los míos a los ojos. Pero aprendí a la mala que debería callarme y no reclamar, no poner puntos sobre las íes, no aclarar nada que me molestara; ya que eso ocasionaba mayores conflictos.
Y dolía, y mucho. Entre hacerme sentir que era malagradecida, desentendida, grosera, mala persona, que no era capaz de querer o respetar; yo respondía con mi desdén y falta de interés por ellos. Me alejaba e intentaba ser indiferente. En este ridículo juego de supuestos, perdimos todos.
Con el paso del tiempo, y la distancia, y el cansancio de no saber que hacer o que no; el sentimiento de derrota, de no pertenencia, llegaron las ganas de gritar, de confrontar, de acabar de una vez con todo, de reclamar un poco de respeto que se me negó desde el principio... de nuevo me veía de pie, en una encrucijada, otra decisión por tomar que no era fácil.
Y opté de nuevo por poner distancia. Era lo más sano. Ya ni llorar valía la pena, ya ni sentir tristeza, ya no era opción integrarme a otra familia...ya tenía ya la mía propia: mis esposo y mis hijos y me abracé con fuerza a esa esperanza, a esos seres que me llenaban con luz y alegría mis días.
Ya no me afano a ser aceptada por quien me demostró de muchas maneras que no era bien vista. Quien me hacia gestos de que me fuera, de que me callara. Ya no me importa si me saludan o no, si se retiran cuando llego, o si están esperando para preguntar si estoy estrenando o alguno de mis hijos, si mi música es considerada ruido o no, si mi casa está impecable o si tengo un altero de ropa gritando "plánchame"...  si me dicen que mi cabello está descuidado o mi persona. Si me critican porque no me maquillo o porque mi ropa ese día me hace ver flaca o se me nota la panza o el gordito; si ando descalza o en tacones; si quiero a mis hijos o aún no; si creen que los regaño cada 10 minutos o que los descuido; o que los programo respecto de los demás; o que quieran saber qué hacemos a dónde vamos, con quién; si soy o no suficiente para ellos; dejar de estar dando explicaciones a diestra y siniestra; no dar opiniones contrarias a las que esperan para quedar bien con todos...
Llegó un momento en que todo eso pasó. Y con sorpresa descubrí que ya no me provocan ni angustia, ni miedo, ni coraje, ni dolor, ni ganas de llevarles la contra... simplemente no me provocan... nada. Llegué al punto en que ni me alegro ni me molesto por ellos. Tienen y tendrán su lugar por lo que cada uno representa, pero no porque se lo hayan ganado o porque me inspiren o les admire. Y pido a Dios que no me convierta en una cínica que termine por ser a tal grado indiferente que terminen por no importarme en lo absoluto.
Solo sé que el daño se hizo. De ambos lados. Las cicatrices ahí quedaron y nada será igual. En este absurdo juego perdimos todos.
Y aquí estoy de nuevo en otra encrucijada. Pidiendo a Dios, paciencia y sabiduría para no enredarme de nuevo en este tipo de juegos. Que me ayude a aprender de lo pasado, a perdonar y a seguir adelante. Ver lo rescatable y aprender de lo perdido. Que me ayude a que si las cosas cambian dejar ese recelo y abrirme. A demostrar que tenemos y podemos dar mucho más.
Porque uno de los caminos que transité fue un  absurdo juego de poder en el que terminamos derrotados todos...


jueves, 6 de marzo de 2014

Para mi Rosy....

Hace tiempo una persona cercana se me acercó y me dijo "que le alegraba el ver que por fin quería a mi hija y se lo demostraba..." pues según veía desde que nació un rechazo de mi parte hacia ella. Por más que intenté demostrarle que estaba en un tremendo error, lo único que salía de su boca era "no es  cierto"... 
Y así sin más entendí que esta persona había decidido que yo apenas empecé a querer a mi hija y que no habría nada que la hiciera cambiar de opinión. 
No niego que me frustré durante un tiempo y buscaba en mi comportamiento algo que corroborará ese comentario. Es fecha que no encuentro un motivo por el cual se me acusara de algo tan bajo como es no querer a tu propio hijo.
Dios me dio tres. Me encargó a tres de sus ángeles para que los cuidara y educara pero sobre todo para que los amara tanto. Mis dos mejoras obras en la vida son mi matrimonio y mis hijos. Cada día abro más mi corazón y mi alma para darle más. Para que se sientan seguros, queridos, apoyados, confortados.
Ellos cuatro me enseñaron que puedo querer sin desconfiar, sin salir lastimada y que seré correspondida sin medida.
Mañana es el cumpleaños de la más grande. Ya llega a los 19. Y estos años han sido una aventura con ella. No han sido aburridos. Desde el momento que supe que iba a ser madre al día de hoy he vivido con ella grandes cosas y momentos. Aprendí a ser madre, amiga confidente. Asesora de modas, GPS, hombro sobre el cual llorar, alcahuete, consoladora de los afligidos, mano dura, mano firme y corazón de pollo.
Con ella he pasado tardes de maravillosas charlas, de cafecitos con tartas, de caminar simplemente, de acompañarnos, de momentos de acurrucarnos un rato en la cama sólo por el gusto de estar así.
Aprendí a entender su carácter (nada fácil por cierto), a ayudarla a manejarlo, a consolidar su personalidad. Aprendí a derretirme con su risa o con que llegue y se me restriegue en el hombro para que la abrace...
Ella sufrió los miedos de su madre joven y primeriza; de esa inexperiencia que me hacían más torpe de lo normal. Miedo hasta de quitarle el pañal o no darle de comer de manera adecuada. Miedo cada que lloraba y no saber de qué. Miedo de que tuviera frío o calor y yo no acondicionarle su espacio de manera adecuada... miedo a todo, incluso el miedo a que creciera, a que de repente no me necesitara, a no ser mas su confidente.
Ella sufrió mis inexperiencias y novatadas, como el ponerla sobre una bocina porque pensé era un banco; el llevarla a todos lados aún de noche. El escuchar música todo el día porque me encanta. El tener que convivir con adultos hasta que nació su hermana.
Ella entendió muy pronto su rol de hermana mayor, se enamoró a primera vista de sus hermanos. Los cuidó y consintió. Y por qué no decirlo, los regañaba antes que yo y se ponía muy en su papel de soy la mayor y me deben obedecer!! 
Ya mañana cumple un año más de vida. Y hasta en su llegada me dio tiempo para asimilarlo... 15 horas para que llegara y ese tiempo fue para mí crucial. En el hospital, en la espera de que naciera, mis miedos y dudas me crearon tremenda ansiedad, no había vuelta atrás. Y en esas horas de espera dejé de ser una simple joven de 20 años y me convertí en mamá. 
Más que felicitarla por un año más de vida, quiero agradecerle por llegar a la mía. Por hacerme reír, llorar, enojar, desesperar... por enseñarme la nobleza y el amor sin condición. Por ser tan buena hija y hermana por ser responsable que aún llegando tarde la escuela te acuerdas de darle el beso de buenas noches a tus hermanos, de que sepan que estás ahí. Porque a pesar de lo cansada de tu semana, te quedas a ayudarme y a consentirme. Porque ayudas a tu padre en la oficina con alegría, y estás dispuesta a darle la mano a quién lo necesite así sea llegar más temprano.
No necesito que esa persona que asegura no te quise o no te quiero cambie de opinión, sé que no lo hará. Y en realidad a estas alturas no me importa en lo absoluto lo que piense. Lo que me importa es ver lo afortunada que soy al tener a Rosy y sentir su cariño y detalles.
Hija: llegas a una etapa de tu vida que te cambiará tu presente y futuro. Estás forjando tu camino y porvenir. Cada día que pasa consolidas tu personalidad y tu vocación. Afirmas tus virtudes y vences tus errores. Ya no eres esa niña de sombreros y calcetas con listones. La que amaba las muñecas y los vestidos de vuelos y colores. Pero conserva esa alegría y esa espontaneidad; conserva tu capacidad de asombro y esa curiosidad que te hace leer y devorar libros; conserva esa sencillez de alma y de trato; cultiva esa nobleza y tus valores; desarrolla tus virtudes y haz de tus defectos la plataforma perfecta para superarte día a día. No olvides al prójimo: respétalo y valóralo, dale su lugar y aprende de cada persona que cruce por tu vida. Dios te bendiga y te ilumine en tu vida, te ayude a ser fuerte, sabía, congruente, feliz. Recuerda que siempre estaré aquí para tí si necesitas un abrazo, un consuelo, un beso, un chocolate, un consejo.
 Ama cada día y exprímelo!!!! 




 

jueves, 27 de febrero de 2014

A los 40, más sabia o más vieja...

Cerca de una vuelta más al calendario de mi vida. Un año más que según se vea puede ser uno menos de vida o uno más de experiencia.
Y me he preguntado acumular calendarios me ha hecho más sabia? Más paciente? Menos criticona? Mejor persona? O sólo he coleccionado tiempo y momentos sin sacarles provecho?
Qué hace que una persona sea madura? el kilometraje recorrido, o las experiencias obtenidas en el mismo?
Qué hace que una mujer sea sabia y plena?
Dicen que una mujer que llega a los 40 es ya más segura de sí misma, de su cuerpo, de su entorno. Es una mujer que sabe cómo arreglarse, cómo caminar, cómo llamar la atención.
Los 40 son los nuevos 20... entonces si es así, somos una generación que no quiere envejecer. Que quiere seguir de fiesta hasta el amanecer.
Si son los nuevos 20 entonces no tendríamos la montaña de responsabilidades que se tienen a estas alturas: casa, hijos, trabajo, marido, padres, uno mismo. Y estaríamos leleando por la vida esperando lo mejor de ella, no batallar y sólo angustiarnos por saber qué zapatos y bolso van con lo elegido para la siguiente fiesta o salida de fin de semana...
Seríamos demasiado inseguras y acosaríamos al pobre marido todo el día... no me ha llamado; lo noté raro al despedirse; será cierto que llegará?; ese beso de despedida fue distinto, estará molesto?; y si le llamo para preguntarle?; por qué fulanita me saludó así? de seguro es porque envidia como me veo; si me compro ese vestido seré la envidia de todas!!!!....
Si son los nuevos 20 estaríamos aún buscando nuestro estilo, nuestra personalidad. Seguiríamos experimentando con la ropa, el maquillaje. Seríamos un desastre en la oficina o a mediodía e ir por nuestros hijos.
Si fuera cierto, yo estaría con bebé... iniciando mi vida. Madurando a pasos agigantados para poder ser buena esposa y madre.
Y si los 40 son los nuevos 30?? bueno, estaríamos en plena lucha laboral, algunas con hijos pequeños y el dilema de cómo conjugar las cosas de  la mejor manera. Seguirían con los malabares diarios para cumplir con todo.
Estaríamos con la pregunta al aire de si eso que apareció de pronto por la mañana es la marca de la almohada o el inevitable paso del tiempo en nuestro rostro; honestamente no sé por qué le llaman "paso del tiempo" si así fuera no haría estragos. Más bien las primeras señales de que el tiempo llegó para quedarse en nuestra cara; vivir en nuestro cuerpo y jubilarse cuando nos cansemos de teñirnos las canas...
Y esa pregunta ¿me estoy haciendo vieja? estará presente cuando notemos el trabajo de la gravedad en algunas partes de nuestro cuerpo. Reconozco que la gravedad se toma muy en serio su trabajo y lo hace bastante bien. Y empezamos a revisar nuestros brazos, abdomen, piernas, trasero, papada, cachetes... cualquier signo de flacidez o "debilidad" muscular es una alarma para nosotras y empezamos con la compra masiva de productos anti envejecimiento o de tratamientos para evitar lo inevitable...
Somos más seguras en los 30? no del todo. Vemos con recelo  a las de 20. Tememos en secreto que nos cambien, que noten la diferencia. Que nuestra jovialidad desaparezca. Que nos volvamos aburridas. Nos da cierto temor por más que lo neguemos de envejecer, de arrugarnos, de cambiar, de no poder controlar nuestro peso, de ver cómo nuestro metabolismo va cambiando poco a poco y se nos hace cada vez más difícil bajar de peso. Vemos como la llantita amenaza con inflarse, el vientre quiere liberarse y expandirse... Y entendemos que el ejercicio se va haciendo indispensable para poder mantener todo en su lugar y darle batalla a la mentada gravedad.
A los 30 no sabemos si seguimos siendo jóvenes o adultos (y crearon el término adulto joven para que no nos sintamos taaan mal).
Entonces? Simple: los 40 son los 40... ya pasamos por dos décadas que debieron servirnos para conocernos, para aceptar que la maternidad, la vida, el tiempo hace sus estragos en nosotras. Que cada cana, arruga, bultito, cicatriz y demás son marcas de batalla.
Los 40 son los 40, el cuarto piso... y vaya que no es simple hacerlo, porque no llegamos ahí con elevador, sino escalón por escalón a nuestro paso, a nuestro tiempo. A nuestro deseo o capricho. En ocasiones deteniéndonos un poco o corriendo, quizá nos brincamos un escalón, a lo mejor retrocedimos dos... pero seguimos adelante.
Somos más seguras?? deberíamos. Si vemos hacia abajo, podemos ver todo lo recorrido. En mi caso, sé quién soy, lo que soy; sé lo que puedo dar, lo que no; se lo que quiero dar y lo que no. Deberíamos sentirnos más seguras ya que dominamos más nuestro cuerpo, lo conocemos muy bien. Sabemos qué ropa nos queda perfecta y cuál debemos evitar. No necesitamos colgarnos el molcajete para llamar la atención. Tenemos más cultura, más preparación. La vida nos ha dado ya muchas lecciones.
Sabemos ser orgullosas y humildes. Reímos con la vida y con ganas, lloramos sólo cuando vale la pena. Sabemos el valor de un buen abrazo y agradecemos un ingenioso piropo. Nos sentimos cómodas con nosotras y caminamos haciéndolo saber. Sabemos que quién está a nuestro lado es por amor. Que la amigas son hermanas; que no es necesario verles todos los días y a todas horas; que estarán ahí para ti y tú para ellas. Qué las grandes pachangas son ahora reuniones en casa, charlas, anécdotas, recuerdos, tinto y canciones. El mejor vestido es el que te hace sentir tú misma.
A los 40 debemos ser mejores, no añorar tiempos pasado ni temer al futuro. No somos ancianas ni jovencitas. Se está justo a la mitad de la vida. Falta mucho por recorrer, mucho por descubrir, mucho por aprender.
Entonces nos hace más maduras la edad o lo recorrido? Ambas cosas, si a lo largo del camino hemos disfrutado, perdonado, amado, reído, llorado, caído, levantado... si viendo hacia abajo reconocemos que cada escalón ha forjado lo que somos en este momento. Si abrazamos nuestro pasado para encontrar cálido el presente y sentirnos libres para el futuro....